Mónica Borgogno
Guillermo Meresman
Del 8 de julio al 13, en pleno
receso invernal y según es ya sana tradición, se llevó adelante en la Perla del
Oeste santafecino el vigésimo Festival
de Teatro de Rafaela, como se sabe, un
hito en las artes escénicas del país.
En el transcurso de esta especialísima
edición se conoció la renuncia del Director del Instituto Nacional del Teatro,
Mariano Stolkiner, apenas un síntoma de las políticas que viene instrumentando
el gobierno nacional, de retaceos y ninguneos para con los hacedores del arte y
la cultura. Pues éste fue el segundo año de ausencia y falta de apoyo del INT para
este gran acontecimiento escénico de Argentina, agendado desde hace tiempo en
las propuestas culturales de la región Centro-Litoral. Fue un dato al margen significativo
pero que no opacó el espíritu festivo que primó en cada una de las actividades
y funciones programadas.
La receta detrás de la gestión de
un festival como éste, en el que muchos ansían estar – los más de 400 proyectos
que año a año se presentan para participar así lo demuestra-, radica en la
amorosidad con que los elencos, técnicos, espectadores y periodistas, son
recibidos así como el despliegue exorbitante de energía, el detenerse a pensar
en detalles para favorecer encuentros e intercambio de saberes y experiencias varias,
en plena llanura gringa.
La curaduría de las obras
presentadas siempre con cierto un hilo invisible que insiste en eso de resistir
embates de todos lados, es mérito del director artístico Gustavo Mondino y un
importante equipo de colaboradores.
 |
Luciano Cáceres se llevó aplausos de pie de un Lasserre colmado (foto de M.B) |
Jornada inaugural
Tras la fiesta en la plaza
principal, vecinos e invitados se trasladaron al Cine Belgrano donde fue el
acto inaugural. Allí la ministra de Cultura de Santa Fe, Susana Rueda, celebró
la continuidad de este festival con espectáculos de altísima calidad. “Hoy es
un día importante para Rafaela y para la región porque comienza esta tarde la
vigésima edición del Festival. Es un número redondo, pero también muy significativo
por el contexto difícil que atraviesa el teatro y la escena nacional”, expresó
la ministra.
Asimismo la funcionaria señaló
que “este festival es una política de Estado. Cambiaron los gobiernos locales,
cambió la ideología, pero el festival sigue y se afianza. Eso demuestra su
fuerza como marca registrada a nivel nacional”.
A su turno, el joven intendente
de la ciudad anfitriona Leonardo Viotti también hizo hincapié en la importancia
de seguir apostando al teatro. En ese sentido, agregó: “Este aniversario no es
solo una celebración del pasado. Es una reafirmación del futuro que queremos:
un futuro con más cultura, más participación y más teatro. Porque el arte transforma,
porque el teatro nos une, porque en cada edición, volvemos a creer que todo es
posible”. En los hechos, significó volver a sumar un día más a la programación,
lo cual no es poco. Por otra parte, se lo vio de espectador de las primeras
funciones oficiales, un gesto que tampoco fue menor.
Inmediatamente corrido el telón,
la sala desbordada del Belgrano, disfrutó de Fulanos, alguien, algunos, nadie, ninguno, de Gerardo Hochman. Una
producción de la compañía La Arena, que deslumbró con sus escenas cuestionadoras
de las lógicas laborales y del individualismo, con múltiples escenas dedicadas al
poder de la lectura y la imaginación, historias de amor, la construcción
colectiva. Un sinnúmero de metáforas desandadas con la maestría de mil
destrezas y con escaleras de todos los tamaños que no son sólo para "trepar", sino para hamacarse o viajar.
Ese fue apenas el arranque. Luego
en el escenario del tradicional Lasserre, vino Muerde, de Francisco Lumerman, monólogo encarnado por Luciano
Cáceres. El conocido actor desplegó aquí todos los tonos posibles de un
personaje ninguneado y complejo, en una puesta de pocos objetos y un notorio
diseño de luces -mérito de Ricardo Sica-, que le aportó todavía más belleza a
cada una de las escenas. Fue uno de los potentes unipersonales, la historia de una
familia en una suerte de policial que indaga sobre el silencio, las palabras y el
alcance del amor o desamor. En la plenitud de sus recursos expresivos, Cáceres
fue aplaudido de pie por una platea conmocionada y agradecida.
Propuestas innovadoras,
sugestivas y provocativas, fueron una vez más, parte del sello distintivo del
FTR tanto como su variedad de géneros, poéticas, búsquedas que los teatristas
no parecen resignados a perder.
Así, desfilaron sucesivamente
durante los seis días y cinco noches, notables trabajos de disciplinas como el
Lambe lambe con El niño fantasma (Rosario),
más performáticas como Todo lo que está a
mi lado, de Fernando Rubio, clásicos con la versión del cuasi cinematográfica
de Las tres hermanas de Chejov que
trajo el cordobés David Picotto y más modernos como Ante, de Ivor Martinic y dirección de Guillermo Cacacce.
Teatro para no olvidar
Este año, el género teatro
documental irrumpió con fuerza en la edición 2025 con una serie de piezas
innolvidables. Entre ellos vale destacar Flota,
rapsodia santafesina, una obra que da cuenta de todas las aristas de la
inundación ocurrida en Santa Fe en 2003, sus víctimas, sus recuerdos y
testimonios, los centros de evacuados, los culpables, la Justicia. Mónica
Álvarez junto a Juan y Manuel Venturini y sus hermosos títeres hechos con
bolsas plásticas, procuran contar una historia que parece difícil de
representar, tal como enuncian los actores, y sin embargo termina involucrando y
haciendo participar de manera genuina, al público.
 |
Una de las hermosas escenas de Mensajes a pobladores rurales |
En este apartado se ubicó Mensajes a pobladores rurales de Ana
Laura Cassino, una dramaturgia que da cuenta de una exhaustiva investigación
sobre un programa de radio como El mensajero rural, que en la Patagonia
argentina, resulta vital para vincular a personas que viven en parajes
aislados, sin señal telefónica. La oveja y los rebaños emergen como síntesis de
los paisajes del sur y como mirada crítica respecto de las actuales políticas en
torno a las radios nacionales y su histórica función.
.jpg) |
Seré, una obra necesaria, vigente. Ojalá gire por todo el país |
Otro trabajo conmovedor dentro de
esta línea, fue Seré, protagonizada
por Lautaro Delgado Tymruk, también con destacada labor de Ricardo Sica en
materia de iluminación. El actor es una suerte de muñeco de ventrílocuo que
habla por otra voz, es un actor que intenta representar el testimonio real de
Guillermo Fernández -durante el juicio a las Juntas en 1985-, fugado del centro
clandestino de detención conocido como la Mansión Seré. Revivir esa crónica con
sus circuitos y cortocircuitos, como dijo el actor, las preguntas irrisorias de
los fiscales del juicio, deja al espectador en un estado de necesitar salir de
la sala para respirar, pensar o “empezar a actuar” como invoca Tymruk.
Hay que decir que en las rondas
de devoluciones el actor contó que muchos le decían “que se cuide, que mejor no
haga la obra, que no era el momento” y otros tantos, le manifestaban
precisamente lo contrario, en referencia al actual contexto político nacional
que entre otras cosas, relativiza el terrorismo de Estado (1976-1982).
 |
Emotiva puesta de Ha muerto un puto |
Ha
muerto un puto, de Gustavo Tarrío, con María Laura Alemán, Vero
Gerez y David Gudiño, inscripto como teatro documental, retomó la literatura y
vida de Carlos Correas, escritor homosexual que a los 28 años termina con su
vida por una injusta condena judicial. Tarrío defendió en la ronda con la prensa
el título de la obra y habló de censuras, putos integrados y el recorrido de su
planteo audaz que cautivó y emocionó a quienes se permitieron seguir pensando y
debatiendo sobre derechos cercenados y otras troperías actuales.
Paternidades, maternidades y otras circunstancias
En cuanto a los temas que se vieron
en escena, se observó el abordaje de problemáticas o circunstancias como la
vejez, la salud, la pobreza o la libertad, en la historia del país, del pueblo
o las personas. |
Manso y Guerty, al inicio de Cae la noche tropical |
Espectáculos como Cae la noche tropical, sobre la novela
de Puig, fue uno de ellos. Protagonizada por una magistral Leonor Manso, bien
secundada por Eugenia Guerty y Carolina Tejada y la producción de Alejandro
Charo, entretuvo, emocionó e hizo pensar sobre los vínculos, la sociedad
argentina, el exilio, el destino y la Nación. La leyenda Manso, más luminosa y
vital que siempre, expuso de qué trata ese extraño oficio del teatro, en escena
y fuera de ella. “Lo importante es no dejar de jugar”, dijo a La Otra Butaca,
en un diálogo improvisado en la vereda, tras el desayuno. Memorable.
Entre tanta variedad, Amanuenses, de Constanza Feldman, fue
una elaboración de danza/comedia, o física, que llegó también de CABA y había
sido elogiada en Suardi el viernes 11. Martin Bertoni, la misma Feldman, Juan
Jiménez, Emmanuel Palavecino, con música de Pablo Viotti, a sala llena,
ofrecieron una performance temática, en la que uno de sus temas fue el trabajo,
las rutinas, el desempleo.
En el Centro Recreativo
Metropolitano se vio Los bienes visibles
de Juan Pablo Gómez, una obra coral y musical, de una sincronía fina, que pone
el acento en los cuidados, las relaciones fraternales ante un padre que envejece,
y que no es el mismo para uno u otro hijo, como desnudan en uno de los
parlamentos, los intérpretes. Un numeroso elenco conformado por Anabella
Bacigalupo, Carolina Saade, Andrés Granier, Patricio Aramburu, Guadalupe
Otheguy y Erique Amido se lució para contar una historia que atraviesa todas
las épocas.
Unipersonal
Patti
Smith, de Patricio Abadi, con Ivana Zacharski y gran equipo
encabezado en iluminación por Sica, mostró a una intérprete excepcional, al
servicio de la historia de la gran artista norteamericana. Redención a través
de las artes, convivio, transgresión, rebeldía, en un drama de menos de una
hora, que fue toda una vida de agite.
En agosto, en el C. C. Borges, según
comentó la actriz, se abrirá una nueva oportunidad para disfrutar del notable trabajo
inspirado en la creadora norteamericana.
De risas liberadoras
Las
moiras, de Tamara Tenembaum, con Analía Couceyro, Florencia
Piterman, Luciana Mastromauro y una consagratoria interpretación de Fiamma
Carranza Macchi, hizo reír a carcajadas con un relato inspirado en la vasta
tradición judía y especialmente en el demonio Dibuk. Matrimonios concertados,
separaciones y uniones de éste y los otros mundos, concluyeron su larga
temporada en Buenos Aires con una acción que dejó de manifiesto cuánto valoran
los artistas invitados al festival, esta reunión anual. En efecto, el grupo
donó la escenografía diseñada y construida por Matías Sendón y Ariel Vaccaro a
la sala de La Máscara, para uso de otros grupos –o como se burló una de las
actrices “para alquilarla para algún bart mitzvá”.
 |
Sorprendente y desopilante versión del clásico Las tres hermanas |
De Córdoba se presentaron
artistas consagrados y emergentes. Precedidos por una de las aclamadas piezas
del dramaturgo médico que lleva más de una década de reposiciones y giras, y
una compleja maquinaria conducida por David Piccotto, Las tres hermanas de A. Chéjov deleitaron con los personajes y
tramas imaginadas por el autor de La
gaviota y El jardín de los cerezos
entre otras memorables creaciones dramáticas y cuentísticas. En el teatro
Lasserre, una platea ovacionó la intrepidez e investigación de un grupo
numeroso y festivo proveniente de La Docta.
Federales
De Rosario se presentaron dos
obras (Belgrano hace bandera y le sale de
primera y Dois). La primera, de
la autora Adela Basch, pudo verse en la jornada del 9 de julio, lo cual
potenció los sentidos de las luchas históricas, la noción de Patria, con una
frescura tanto a nivel musical como por el nivel de los interpretaciones de Cecilia
Li Causi, David Zaela, Juan Pablo Biselli, Germán Basta y Agostina Pozzi que
asumen 15 personajes diferentes, todo bajo dirección de Nicolás Cefarelli. |
Versátiles actores jóvenes, protagonistas de Belgrano... |
Dois, fue
una pieza más experimental, protagonizada por Miguel Bosco y Mayra Sánchez.
De Capitán Bermúdez llegó El niño fantasma una obra delicada, de
teatro en miniatura, de mucha belleza y precisión en la manipulación de cuatro
personajes a través de minúsculas marionetas de entre 5 y 8 centímetros de alto.
Pablo Aguiar, el artífice de esta pieza, invitó, de algún modo, a pensar el
lugar que como sociedad le damos a la infancia.
Con el aporte del gobierno
santafesino, en toda la última jornada del domingo 13, familias enteras
pudieron disfrutar de Yo ví tu corazón,
un teatro de kermese itinerante con juegos, narraciones, poesía que incentivó
la creatividad, cautivando por igual a chicos y grandes por horas.
Infancias
El
zorro, el labrador y el buen hombre, de Pablo Gorlero fue la obra de
títeres que se programó en esta edición número 20. Triste y bella a la vez, el
espectáculo sostiene y maravilla con el títere de perro, los zorros, las
mariposas y el conejo, sus estudiados y particulares movimientos y cadencias,
manipulados por Gerardo Porión, Daniela Fiorentino, Santiago Lozano y Pedro
Raimondi, quedaron en las retinas llorosas de niños y adultos.
 |
Un circo renovado acercan los artistas de Acrobacias en juego (foto de M.Borgogno) |
Acrobacias
en juego, de Circo Caravan, debido a la lluvia, tuvo su función al
interior del patio del viejo Colegio Nacional. En este caso Daniela Dilorenzo y
Charly Malleret, sobresalieron en las alturas con sus destrezas, piruetas
divertidas y atrevidas, magia y una interacción respetuosa con el público.
Sorprendentes vestuarios diseñados para cada cuadro agregaron más valor aún a la
propuesta que regaló humor y lo mejor de la tradición del circo.
El valor de lo local
Entre las producciones de teatro
rafaelino, en La Máscara estuvo Una
canción para siempre de Gustavo Mondino, con divertidos personajes
masculinos convocados por el rock pero atravesados de amores y frustraciones. En
tanto en el Centro Cultural La Obra fue la función de Rentera o la primera cena, de Nicolás Monutti, una pieza de humor
negro que habla de tiempos crueles y deshumanizados, de estrategias de
supervivencia. Monutti contó luego a la prensa que se sentía “hijo de este
festival” porque se formó en los laboratorios de Jorge Eiro y así se largó a
escribir y luego a actuar. Asimismo compartió que tiene proyectado montar una
precuela de esta obra.
 |
Se destacó el elenco de Rentera o la primera cena |
Su testimonio dejó en evidencia
la importancia no solo del festival, sino del teatro en la vida de las personas
y de la posibilidad de formarse en seminarios específicos y en los espacios de
laboratorios que en los últimos cinco años ofrece este encuentro, para expresar
lo propio.
Este año se hizo y mostró lo
escrito en el laboratorio de Dramaturgia junto a Consuelo Iturraspe. Fue una
lectura hilvanada, performática, que hace vislumbrar el desembarco de nuevos
dramaturgos locales. Otro laboratorio fue el de teatro dirigido por Toto
Castiñeira que culminó en una delirante comedia performática Caza de pájaros, con un elenco
multitudinario, de movimientos y acciones muy precisas y sincronizadas, que puso
en escena la pesadilla-convivencia con los pájaros de la ciudad entre otras
temáticas. Max Suen coordinó un laboratorio para los más jóvenes, bajo el
título de En peligro, donde la
temática fueron las formas de la vulnerabilidad, la falta de oportunidades, los
modos de enunciar lo íntimo, la relación con los adultos.
Y finalmente Todo lo que está a mi lado fue una intervención urbana bajo
dirección de Fernando Rubio de no más de 10 minutos de una intensidad y belleza
difícil de olvidar: Los espectadores, de a uno, eran invitados a pasar,
descalzarse y compartir el lecho con una actriz en una de las siete camas de un
blanco impoluto instaladas una al lado de otra bajo la pérgola de uno de los
boulevares de Rafaela. Mientras los autos y las bicis pasaban mirando atónitos,
los espectadores se sumergieron en la propuesta sin dudar y así escucharon una
historia en segunda persona que hizo incomodar primero, por la poca distancia
que se tenía con la actriz pero sobre todo, emocionar y conectar con los
vaivenes de cualquier vida, escenas de infancias y cuidados.
 |
Todo lo que está a mi lado, una instalación urbana que maravilló e impactó a espectadores y transeúntes |
Un final transformador y poderoso
La última de los Sutottos, Feliz día, del desopilante dúo de
actores Andrés Caminos y Gadiel Sztryk, que ya en edición pasada habían
divertido tanto al público, fue la obra elegida para cerrar un FTR inolvidable
y único.
El balance de los organizadores
tiró enseguida números elocuentes que confirman por qué el teatro se va para
Rafaela todos los inviernos.
Treinta obras, 56 funciones, veinte
mil viejos y nuevos espectadores en espacios por toda la ciudad, gente
agradecida por doquier, inyección económica en el territorio, transformación y
poder, todos argumentos contra la necedad y el mal, y libertad de la buena.